martes, 15 de febrero de 2011

La Ruta del esclavo por México

Exposición de Nicolás Triedo.

Los africanos de la conquista guerrearon contra los indios, sellando así un pacto de amor y odio que caracterizó las relaciones interétnicas entre invadidos e invasores a lo largo de los crueles siglos del colonizaje.

Aún en nuestros días, esas relaciones de aceptación y rechazo se observan en las zonas donde la genética y la cultura siguen enfrentando a indios y afromestizos, tal es la secuela que dejó el sistema racista que oprimió a las dos etnias sobre las que descansó la sociedad de explotación colonial.


Las aportaciones genéticas al tipo mexicano provinieron de los tres troncos por igual: indio, africano y blanco, no como dice el criterio oficial existente hasta nuestros días de la dicotomía de lo indígena-español como única forma de lo mexicano.

El africano, al igual que el indio, fue tratado como bestia de trabajo, arrancado de su hogar y transportado cautivo a un lugar desconocido. Su destino era oscuro y trágico: además de la desventura del cautiverio, tuvo que llegar a otra cultura, a otro sistema, a otro mundo totalmente ajeno a su origen.

El africano se rebeló desde el momento mismo de su llegada mucho antes que el indio abrumado por su derrota, se rebeló en las ciudades, en los trapiches, en las plantaciones, en las haciendas.

El africano fue en todo caso el que primero accedió a la nueva fórmula genética y cultural del mestizaje; mientras que el indio no desapareció del todo y el español conservó su identidad incluso en sus descendientes criollos, el africano desprovisto de su africana empezó a ser mexicano desde los tiempos coloniales, dejó de ser rápidamente extranjero y se arraigó al suelo que trabajaba y hacía producir; en toda justeza debería reconocerse en sus descendientes a los primeros mexicanos.

Habiendo llegado sin posesión alguna, el africano reconstruyó si identidad adoptando nuevas formas culturales con aquello que pudo apropiarse en su nuevo destino.

Para comprender la herencia africana en nuestro acervo cultural, hace falta buscar al africano en la cultura popular, está en la región y la magia, está en el habla popular, en la medicina tradicional, en las formas de cocinar, la manera de bailar y de hacer música, los refranes, en las leyendas, los hábitos alimenticios, en la forma de construir sus viviendas (los redondos), etc.

En el México mestizo están contenidas todas las mezclas, todas las castas y en cada una de ellas está una parte del africano, están sus rasgos genéticos y culturales, en una amalgama que a la vez que síntesis es una tercera forma de ser sincrética, es la gestación de le mexicanidad.

La cultura mayoritaria no es otra cosa que el crisol en el que se fundieron las tres raíces de México: la india, la africana y la española.

La presencia del africano tiene que haber incluido sus actividades vitales frente a la realidad, su concepto del mundo, la mentalidad que se ha juzgado erótica.

(Sobre todo en contraste con la del indio) las formas de estar y de aceptar la vida, la muerte, el nacimiento, las formas de interpretar el ritmo y la música, su gusto por la palabra, la pronunciación del castellano, su pasión por el ritmo, su extroversión y una empecinada lucha por sobrevivir por alcanzar el derecho de existir y ser aceptado.

Primeros Africanos en México

Los primeros africanos que llegan a México en el siglo XVI provinieron de las islas de Cabo Verde y de los ríos de Guinea.

En Cabo Verde los portugueses habían establecido la mayor factoría de esclavos a principios del XVI.
En esta época el número de africanos necesarios para el desenvolvimiento de las empresas coloniales españolas era de 4000 al año.

Los africanos que llegaban de Cabo Verde eran conocidos como Mandingos, en su mayoría eran originarios de Senegal, Mauritania y Sudán.

Ya en el siglo XVII los contingentes africanos eran en gran medida bantús, sobre todo de la frontera de Togo y Dahomey. También fueron importantes los Yoruba de Nigeria.

En este periodo entraron a la Nueva España en menor cantidad los Manicongos del Congo, los Kongo de Zaire y africanos cristianizados provenientes de la península ibérica: Los castilla que procedían de los puertos de Cádiz, Sevilla y Málaga..

Como vemos los orígenes fueron diversos e incluso en algunos casos los investigadores difieren en este sentido.
Lo que si es un hecho irrefutable es que un importante grupo de afromestizos mexicanos vive hoy en la Costa Chica de los Estados de Guerrero y Oaxaca así como en la Costa del Golfo sobre todo en el Estado de Veracruz.
Aquí es evidente la africana en los rasgos somáticos de la gente, esto debido principalmente al aislamiento en que permanecieron estos grupos africanos hasta hace muy pocas décadas.

Lo inaccesible de las regiones hizo que fuera muy difícil para el esclavista perseguir y capturar a los esclavos rebeldes que huían y establecían sus pequeñas comunidades ocultándose del represor esclavista.

A estos grupos de esclavos rebeldes que huían y establecían sus propias comunidades se les conoció como “cimarrones”. De hecho, los núcleos africanos que en México pueden ser considerados como tales, derivan principalmente de los cimarrones. Aunque en estas dos regiones del país ( la Costa Chica de Oaxaca, Guerrero y Veracruz) la influencia Africana es más evidente por haber sido históricamente los puntos de llegada de los africanos a nuestro país, la presencia de estos se extendió por todo el territorio y no existe hoy un estado de la República Mexicana que no cuente con población afromestiza. Existen incluso migraciones de principios de este siglo como la de Jamaiquinos de la Huasteca Potosina y la de afroamericanos en el estado de Coahuila.

Probablemente hoy no sea tan importante saber que tan africana es la cultura de los mexicanos, sino entender lo que es la cultura afromestiza y definir sus aspectos determinantes como etnia viva, que si bien no tiene lengua y vestido propio, si poseen un lenguaje corporal y simbólico que ellas y ellos utilizan como expresión comunicativa.
Quisiera terminar esta ponencia que no pretende ser un tratado sobre la Africanía en México, sino simplemente enmarcar este aspecto social que desde mi punto de vista reviste una importancia capital hoy, en los debates que sobre identidad nacional se desarrollan en todo el país; con dos reflexiones:

En uno de los talleres sobre identidad que se efectuaron en el último encuentro de pueblos afromestizos en Cuajinicuilapa, Guerrero, una niña afromestiza me preguntó: por qué no veo a ningún afromestizo como yo en ningún libro de mi escuela, estamos olvidados, no existimos, queremos decir que aquí estamos ¡somos mexicanos!
Y por último una reflexión del doctor Doudou Diene, director de la “Ruta del Esclavo” UNESCO, París.

Los astrofísicos estiman que la mayor parte del universo está constituido por una masa invisible cuya existencia explica el movimiento de los astros y de los planetas. Podríamos considerar que la trata trasatlántica de esclavos constituye precisamente esta masa invisible en la historia de la humanidad; invisible por el silencio que la recubre e invisible también porque la ignorancia de esta tragedia, de sus causas profundas y de sus modalidades explica posiblemente por qué la violencia, la opresión, la ausencia de respeto a la dignidad humana forman aún parte de las calamidades que nos interpelan. Es la ocasión de recordar la reflexión del premio Nobel de la Paz Elie Xiesel, según la cual “El verdugo mata siempre dos veces, la segunda vez por el silencio”.

La especificidad del continente americano y del caribe es el resultado de la mezcla creadora de pueblos y razas, de estirpes y culturas. Su identidad es fruto de relaciones interculturales atravesadas por procesos de resistencia y de cimarronaje; de asimilaciones, de aprendizaje y apropiaciones. El futuro de convivencia entre seres humanos venido de diferentes horizontes culturales –indígenas, africanos, europeos- en el que se entremezclan y entrecruzan razas, colores y acentos, es el crisol y la amalgama que anuncia el único futuro posible para el resto de la humanidad.

Humanidad múltiple, comunidad indo-afroeuroamericana de abigarrada historia que se forjó en una parábola continua, en una búsqueda sin tregua en un incorporar constante, en un intercambio infinito. Esa transculturación es la “síntesis humana” que el intelectual mexicano Alfonso Reyes soñaba “coherente, armoniosa, donde cada uno de los segmentos, triángulos y trapecios, encaje sin frotamiento ni violencia, en el hueco de los demás”.


Awo Agbakiyegun Inmolorogun
Oloye ni Ijo Inmolorogun
Director Fundador del Instituto Ifa Ela de Educacion Yoruba
www.sabiduriadeifa.org

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